Siento haber tardado tanto en escribir pero tenía exámenes, aunque aún me quedan pendientes unos trabajos no podía estar sin actualizar, así que mientras como un poco de mazamorra morada voy escribiendo.
Estos últimos días no he parado de comer, porque no sé si lo suelen hacer pero a cada vez que alguien viaja a Perú se trae mucha comida, por ejemplo muchos sobres de mazamorra morada, gelatina (porque no es igual), quaker, inca kola (porque aquí me asaltan con el precio), carapulcra, ajíes, choclos (mazorcas de verdad porque acá son enanos), sublimes, chupetines, etc, etc. A veces nos traen una maleta entera llena de comida, pero luego nos olvidamos de que los productos envasados tienen fecha de caducidad y pasa que ahora casi todo está a punto de caducar y nos lo tenemos que comer.
Recuerdo que una hace dos años yo me traje papa amarilla, cuando llegué a Barcelona se lo mostré a mi madre y a mi tía y casi lloran, se emocionaron mucho, al final lo comimos con choclo sanchochado y quesito de la sierra que traje también. Aún lo recuerdo y se me hace agua la boca.
Menos mal que ahora casi todo se puede encontrar en las tiendas latinas o en la Boqueria (un mercado enorme donde encuentras productos de todo el mundo), porque actualmente es muy difícil que dejen pasar comida en los aeropuertos, ahora dependes mucho de la persona que te revisa las maletas, porque o no te dejan pasar nada, después de haberte hecho abrir la maleta y hacerte perder un buen rato, o alguno se apiada de ti y a lo mejor te deja pasar algo, pero lo demás va a la basura.
A mi madre no le dejaron pasar ni un sólo King Kong, ni unos alfajores porque la pararon en Lima, en Madrid y en Barcelona, al menos le dejaron pasar unos turrones de Doña Pepa mejor eso que nada ¿No?
Hace unos días acá en casa sólo se desayuna quaker, yo lo odio desde pequeña, sé que es muy sano y te aporta energías o por lo menos eso me decía mi mamá cuando me obligaba a tomarlo mientras yo lloraba misma María Magdalena y suplicaba que no. Un día le dije que mejor tomaba leche y entonces preparó quaker con leche, me arrepentiré toda la vida de haber pronunciado esas palabras, porque si antes tardaba horas intentando acabarme el quaker tapándome la nariz, el quaker con leche fue mi tumba.
Recuerdo que mi abuelo al verme llorar, aprovechaba cuando mi mamá se iba a comprar y me colaba el quaker porque lo que yo no soporto son las "cositas" esas que tiene, pero mi mamá se daba cuenta y decía que si me lo colaban entonces era como si tomara cocoa. Mi tía María Elena que licuaba el quaker para mi prima le dijo que así sería mejor y seguro que me lo tomaba sin problemas y mi mamá también dijo que no, porque tenía que aprender a tomármelo con todo.
Así que me voy a prepararme café antes que mi madre diga esa frase que tan malos recuerdos me trae : ¡Angie, toma tu quaker!
